Año nuevo, metas nuevas. Este año quiero ir con todo, al menos en cuanto a lecturas, actualizaciones del blog y escritura se refiere. El desafío de 50 libros debo yo completar, OH SI. Así que el mismito primero de Enero me di a la tarea de leer, porque durante todo el mes pasado solo estuve jugueteando con los libros, sin deborar nada. Vergüenza debería tener, pero no la tengo. Tuve una crisis literaria, digámosle así. Y me escudo en ello. Pero como se cree que el nuevo año se debe empezar con el pie derecho (si eres zurdo, con el izquierdo; si eres bidiestro, con el que te plazca, mira que lo tienes más fácil) pues me puse a darle, a tragarme las letras, a madrugar hasta las cuatro de la mañana, cuando los gallos ya se empezaban a remover.
Y creerás que todo iba bien, porque el libro que leía me estaba gustando bastante y estaba tan emocionada que no podía dejar de leer; las ojeras y mis siestas larguísimas en la tarde lo comprueban. Y no, no, no, NO. La cosa no iba del todo bien, porque una noche, ya pasadas las doce campanadas, escuché una voz. ¡Una voz! Una, que creí perdida desde hacía más de un mes (pues cómo no, si no leía libros). La voz criticona, la voz molesta, esa que susurra "ni te hagas ilusiones, porque ésta protagonista tiene aires de Mary sue" o cosas peores como "debes odiarlo porque es la misma cantaleta que te has leído desde hace años, desde que leíste Crepúsculo y Hushi, Hushi y Eternidad y Medianoche y Éxodo". ¡Esa cabroncita voz que hace comparaciones y que no te deja leer a gusto! Desgraciada, a veces la odio.
En fin, que me puse a discutir con ella por cuestión del libro, que hasta ese momento era bueno. Sí, la voz tenía razón. Algunas cosas ya las había leído antes y otras cosas eran parecidas, pero yo quería tener un romance con el libro y la muy muy, la voz, no dejaba de parlotear. Me esforcé mucho para hacerla callar y medio la mandé a una cueva y le dije con voz de Smeagol "LEAVE NOW AND NEVER COME BACK". Funcionó por ratos; pues qué, ni Smeagol logró correr a Gollum para siempre. Ahora no sé cómo vaya a continuar la cosa porque aún no acabo el librito; eso sí, no importa el libro, la voz siempre se hace presente. Cuando los personajes y/o las historias son exquisitos, la voz habla con tonos dulzones, grita de emoción y demás. Si estoy leyendo un libro porque ya he visto su adaptación cinematográfica, la voz a veces dice "así no va en la peli y a mí realmente me gustó esa escena". La voz siempre tiene algo qué decir. Y no importa cuánto pelee con ella, siempre vuelve a mi lado.
En ocasiones, en tardes frías y melancólicas, me pregunto si, de no tener a esa voz molesta y criticona en mi mente, me habrían gustado y encantado muchos libros. Y lo peor de todo el asunto, es que yo soy esa voz (pero la llamo Poop, por ser tan c*gada).
¿Y tú, tienes una voz molesta y parecida? Dime el secreto para callarla ^^
Se despide, atolondrada y confundida,
Ana.